Esta brillante falsa explicación que posee toda la belleza táctica de lo verosímil (una explicación verosímil siempre funcionará mejor que una verdadera porque el cerebro no ha evolucionado para comprender el mundo sino para sobrevivir en él), trae en su tarjeta de memoria un polémico concepto de la historia del arte que intentaremos abrir a continuación: la supervivencia de las imágenes.
No tengo dudas que Aby Warburg, el introductor a contracorriente de su siglo,de la idea de supervivencia aplicada a las imágenes, hubiera disfrutado explorando las heterogéneas temporalidades que, como en una macedonia, conviven entremezcladas en la visión de un antiguo y rudimentario grillete a partir de un actual teléfono inteligente, mediante el uso eufemístico del nombre de una fruta.
Este
último punto tiene el interés no sólo de aprovechar una ocasión cualquiera para
convocar, con el orgulloso placer de un sectario devoto, el fantasma del genio
tutelar de todos los estetas no dogmáticos, sino principalmente hacer ver que
procedimientos análogos al del bulo de Internet antes citado permitieron a los
artistas del Renacimiento expresar su actualidad, a partir de la mezcla de
relatos de la Biblia con formas de la Grecia clásica, resucitando imágenes
caídas durante siglos en el sueño de la cultura.
Así, por citar uno de los miles de ejemplos famosos, Miguel Ángel pudo hacer en 1504 una escultura en mármol de 5 metros de altura de una figura humana, que se valía de la formalización anatómica griega y que evocaba la leyenda bíblica de la caída del gigante Goliat a manos del pastorcillo David, para simbolizar con ella el triunfo de los valores republicanos frente a la tiranía de los Médicis, y la actitud combativa que debían tener los jóvenes de Florencia ante la amenaza de los poderosos Estados Pontificios.
"David", Miguel Ángel - "Lanzador de flores", Banksy |
Tampoco
puedo dejar pasar la ocasión de mencionar, ya que viene muy a cuento, que la
fuente literaria de “Romeo y Julieta”, una de las obras más famosas del teatro
isabelino (ese teatro donde al decir de Damon Albarn las chicas son chicos que gustan de los chicos que hacen de chicas) es el relato popular de
inspiración oriental “Píramo y Tisbe”, recogido por Ovidio en sus
“Metamorfosis”. Cuenta Ovidio, al final de su relato, que Píramo al creer
muerta a su amada se hundió un puñal en el pecho, tiñendo con su sangre las raíces
del árbol donde había quedado en encontrarse con Tisbe, sangre a la que se
sumaría más tarde la de ella al ver a su amado muerto, y que tal árbol no era otro que una morera, de
ahí viene según Ovidio que las moras que hasta entonces eran blancas,
son ahora tan oscuras como la piel de los esclavos de las plantaciones de algodón.
Lamentablemente la historia del arte fundada en el siglo XIX ha logrado imponer en la opinión común una mirada superficial y tranquilizadora sobre el arte, mirada que centra el interés en la presupuesta belleza de las obras y en categoría formales como el estilo y el gusto, para desactivar así cualquier carga de pensamiento divergente del discurso oficial, convirtiéndolo en un ameno entretenimiento empaquetado dentro de la industria del turismo, para hacer caja con las clases medias durante sus recreos vacacionales.
Si bien
el invariable lugar que los periódicos le han asignado a las exposiciones artísticas
sigue estando sintomáticamente en las páginas que quedan entre los anuncios de las salas de espectáculos y los de comercio
sexual, no debemos olvidar que, como decía Heráclito, "todo fluye" y al fin ese mal que a lo largo de los
últimos dos siglos ha ido reduciendo el arte a la condición de simple pasatiempo,
no durará más de cien años.
Todo fluye Heráclito, todo fluye...
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