When I find myself in times of trouble
Mother Mary comes to me
speaking words of wisdom, let it be.
And in my hour of darkness
she is standing right in front of me
speaking words of wisdom, let it be.
Paul McCartney
Paul McCartney
A las imágenes
les podemos atribuir dos funciones principales y antagónicas, una al servicio
del conocimiento, ésta es la única que interesa al arte, y otra al servicio del
poder, para instalar y mantener su posición de dominio mediante la propaganda.
Aunque de etimología más antigua, el término propaganda toma su sentido actual del uso
que le daba en su origen la curia romana en la difusión de su mensaje.
Tras la
escisión de los protestantes, la Iglesia de Roma se vio obligada a dar un nuevo
impulso a la propagación de su visión del mundo creando en 1622 un cuerpo
específico denominado Sacra Congregatio de Propaganda Fide (Sagrada Congregación para la
Propagación de la Fe),
encargada de la difusión de la fe católica, la fe universal (tal la acepción de
católico) y el control de los asuntos eclesiásticos en países no católicos, es
decir aún por convencer.
Con los regímenes totalitarios de principios del siglo XX la
propaganda adquiere un nuevo impulso con el fin de dirigir la opinión pública a
través de los medios masivos de convencimiento. Tras su asalto democrático al
poder en 1933, Adolf Hitler creó un Ministerio de Propaganda dirigido por Joseph
Goebbels que controló a punta de pistola tanto el cine, el teatro y la radio como
la prensa y la literatura. A este ministro y amigo íntimo del Führer se le
atribuye la codificación de los grandes principios que rigen toda propaganda:
centrarse en una sola idea para que el impacto sea mayor, rebajar el nivel del
lenguaje para llegar a la mayor cantidad de público, presentar mensajes
emocionales para que la respuesta no sea racional, utilizar diversos medios
para crear sensación de verosimilitud, repetir incansablemente siempre el mismo
concepto para que se grabe en la memoria, etc.
El último y gran impulso de la propaganda llega con el
triunfo momentáneamente definitivo del sistema capitalista hacia finales del
siglo XX, a través de todas las investigaciones y prácticas de la publicidad mediática
tendiente a convencer a los consumidores de mercancías para que las compren compulsivamente
aunque no las necesiten.
Izquierda: "La Virgen" según Fouquet - Derecha: "La Jovencita" según Yves Saint Laurent |
Ya en 1921 Walter Benjamin
veía el capitalismo como un fenómeno religioso desarrollado a partir del
cristianismo, fenómeno basado en el culto al consumo permanente, sin fiesta ni
descanso, cuyo fin no era la expiación de una culpa sino la culpa misma, es
decir la desesperación, ya que este culto sin dogma no tiende a la
transformación del mundo sino a su destrucción.
En consonancia con esta
idea, Suelly Rolnik nos dice que los mundos que presenta la propaganda
consumista a través de los medios masivos de convencimiento, mundos felices
donde la gente es siempre joven, bella y feliz, son imágenes del paraíso capitalista.
Para Rolnik la economía terrenal mercantil, calcando la economía celeste del
cristianismo, ha reemplazado a Dios por el Capital, en su función de garante de
la promesa de acceso al Cielo, y la virtud que nos abre la puerta a esta forma renovada
del paraíso no es otra que el consumo.
Izquierda: "La Virgen" según Velázquez - Derecha: "La Jovencita" según Versace |
La analogía entre el actual
sistema económico y la vieja religión lleva a Benjamin a sugerir que podría compararse
los billetes del dinero circulante con las imágenes de los santos, ambos
ricamente ornados. Pero hay más. En esta última religión, la primera realmente global,
la figura central del paraíso, la imagen que usa el poder para instalar y mantener su posición
de dominio, es una nueva y
sofisticada versión de la Virgen María, denominada por Tiqqun como la Jovencita.
Nadie ha rastreado mejor que
Tiqqun a la actual Reina del Cielo, la que debe estar a toda hora presente en
el corazón de cada consumidor. A partir de la reelaboración de conceptos de
Debord (Espectáculo), Negri (Imperio) o Agamben (nuda vida), Tiqqun piensa que
el control de los individuos ya no se realiza como antaño mediante fuerzas de
tipo policial sino a través del autocontrol de cada uno, control inculcado
desde todas las instancias de la sociedad, aunque especialmente y de un modo
muy evidente por la propaganda mediática.
El mensaje que repite
incansablemente esta última y ubicua propaganda consiste en la reducción de la
vida humana a una simple biología a la cual cada uno debe gestionar según
parámetros estandarizados de educación, sanidad, trabajo, ocio, identidad y
relaciones personales. Aquí es donde la Jovencita juega su papel
principal de seducción, formateando la mentalidad del consumidor para orientar sus acciones.
En Primeros materiales para una teoría de la Jovencita Tiqqun reúne una larga colección de apuntes de
ideas, citas de filósofos y literatos y titulares de revistas de moda, casi sin
más elaboración, que nos dan la posibilidad de comprender las causas y los
efectos de este poder de fascinación:
-La Jovencita no se ama a sí misma, lo
que “ama” es su imagen.
-La apariencia de la Jovencita es la
Jovencita misma, entre ambas no hay nada.
-Ante cualquiera que pretenda hacerla
pensar, la Jovencita no tardará en presumir de realismo.
-La ignorancia en la que se mantiene la
Jovencita con respecto a su papel de piedra angular en el actual sistema de
dominación también forma parte de dicho papel.
-Incluso en el amor, la Jovencita habla
el lenguaje de la economía política y de la gestión.
-Los amores de la Jovencita son un
trabajo y, como todo trabajo, se han vuelto precarios.
-La Jovencita es el más lujoso de los
bienes que circulan por el mercado, la mercancía-faro que sirve para vender las
demás, el sueño monstruoso del más lunático de los comerciantes: la mercancía
autónoma que camina.
-La Jovencita quisiera que la simple
palabra "amor" no implicase el proyecto de destruir esta sociedad.
Izquierda: "La Virgen" según Van Eyck - Derecha: "La Jovencita" según Guess |
En una introducción no firmada que se
hace de este texto aparece una síntesis muy precisa de la figura de la Jovencita,
se trata de una imagen, un modelo,
un ideal. Eterna juventud, seducción ilimitada, placer indiferente, amor
asegurado contra todo riesgo, control de las apariencias, cero defectos. Impersonal,
implacable, impecable, impermeable e imposible, la Jovencita se apodera de
nuestra mirada, de nuestro deseo y de nuestro imaginario.
Tiqqun nos aclara que el
concepto de Jovencita no hace distinción de clases ni de género, le cabe tanto
a la burguesa de extrarradio como al hormonado de discoteca, al marido de sofá
como a la soltera ejecutiva (después de todo la maternidad de María no impedía
su virginidad), porque la Jovencita no es más que el ciudadano modelo de la
sociedad de consumo.
Y nos dice también, no sin
espanto, que hay algo para lo cual la Jovencita es del todo incapaz: el amor.
P.S:
P.S:
Viñeta de El Roto en "El País" del 27/10/12 |